El Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Agusto Thiel

 

Custodio de nuestro pasado


Mauricio Meléndez Obando

 

Costa Rica cuenta con dos archivos históricos de primera importancia: el Archivo Nacional de Costa Rica y el Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Agusto Thiel.

En ellos, historiadores, lingüistas, demógrafos, biólogos, genetistas, sociólogos, arquitectos y genealogistas, entre muchos otros, encuentran las respuestas a preguntas sobre pasados lejanos y próximos de la historia costarricense.

Particularmente importantes para los interesados en la historia familiar, estos conservan documentación que se remonta al siglo XVI y posibilitan reconstruir lazos perdidos en el tiempo.

Nos referiremos a continuación al Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel (ABAT).

La documentación, producida por la Iglesia Católica desde su arribo a estas tierras, es patrimonio de los costarricenses.

De acuerdo con Marvin Vega Blanco, jefe de este archivo, y Eduardo Fournier García, exasesor del ABAT, el origen de este depósito documental estuvo en la parroquia de Cartago y en la Vicaría Foránea de Costa Rica, instituciones que existían antes de la erección de la Diócesis de San José de Costa Rica en 1850.

 

 

El antiguo Archivo Eclesiástico de la Curia Metropolitana quedaba en el segundo piso del edificio de la Curia, al costado sur de la Catedral de San José. (Foto: Cortesía ABAT).

 

Antes de esa fecha Costa Rica dependía eclesiásticamente del Obispado de Nicaragua y Costa Rica, cuya sede se encontraba en León de Nicaragua. Por eso hoy en el Archivo Histórico Diocesano de León podemos hallar documentación referente a Costa Rica anterior a 1850.

Vega y Fournier añaden que luego de la erección de la Diócesis de San José los documentos fueron trasladados a la capital en 1853 y despositados en la casa del obispo. Antes de esto, los documentos estuvieron en la oficina del vicario foráneo, la cual quedaba en su residencia.

En este periodo, lamentablemente, se extraviaron o dañaron documentos debido a los constantes cambio de ubicación, la acidez o humedad del papel o el ambiente, la acción de microorganismos, incendios y el descuido de sus custodios.

Entre 1853 y 1887 el Archivo y las demás oficinas curiales fueron trasladados en varias ocasiones hasta que monseñor Bernardo Augusto Thiel los ubicó en el Palacio Episcopal, hoy edificio de la Curia Metropolitana.

Miles de personas pasan frente a este edificio, al costado sur de la Catedral de San José, pero la mayoría ignora las riquezas documentales que se resguardaron tras su paredes por más de un siglo.

Sin embargo, el Archivo fue trasladado a fines del 2000, a calle 20, contiguo a la parroquia de Las Ánimas, frente al Cementerio General, en San José.

Este archivo, uno de los mejores de Centroamérica en su género, es la entidad encargada de reunir, clasificar, ordenar, conservar, describir, administrar y utilizar el patrimonio documental, cartográfico y audiovisual de la Iglesia Católica.

 

 

¿Qué servicios presta?

 

El Archivo brinda un servicio de préstamo documental a todos aquellos investigadores que realizan algún estudio con fines científico-culturales.

La documentación es utilizada principalmente por genealogistas, historiadores, antropólogos, demógrafos, biólogos y sociólogos, entre otros, en investigaciones que facilitan la reconstrución, aunque parcial, de la historia de nuestro pueblo.

También se extienden certificaciones sacramentales (bautizos, matrimonios, confirmas, defunción) de los libros conservados aquí y se presta el servicio (restringido) de fotocopiado de la documentación que resguarda.

del Archivo Bernardo Augusto Thiel es Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. ; el apartado postal 497-1000, San José; el teléfono 2223-2344. El horario para los investigadores es el siguiente: Lunes y viernes: 8:05 a.m. a 3 p.m.; martes y jueves: 8:05 a.m. 12 m., y martes: 9:05 a.m. 3 p.m. (sujeto a cambios). El ABAT está ubicado en la Avenida 10, calle 20, contiguo a la iglesia de Las Ánimas, frente al Cementerio General, en San José. El director del ABAT es el Lic. Pablo Durand B.

 

 

Sala de consulta, Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel, San José. (Foto: Mauricio Meléndez)

 

 

Las series documentales

 

Durante los obispados de Thiel y monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez se dio alguna organización a la información pero sin aplicar criterios archivísticos de clasificación y ordenación. No existían, entonces, índices y otros instrumentos descriptivos que facilitaran la rápida consulta de la información.

De acuerdo con Vega y Fournier, no fue hasta 1980 cuando se comenzó un proceso de reorganización del Archivo aplicando criterios archivísticos modernos para lo que se contó con la asesoría del Archivo Nacional y las universidades de Costa Rica y Nacional.

 

En la sala de consulta, hay ficheros (atrás) que permiten localizar bautizos y matrimonios de gran cantidad de parroquias del Valle Central, y luego se pueden consultar los originales, cuando su estado de conservación lo permite, o, en su defecto, los microfilmes. (Foto: Mauricio Meléndez).

 

De acuerdo con las autoridades eclesiásticas, las bases de todo el proceso organizador las sentó Bernal Rivas con su tesis de licenciautra de la Universidad de Costa Rica, El Archivo de la Curia Metropolitana: hacia un modelo de archivo eclesiástico, donde propuso, entre otros apsectos, el plan de clasificación, los instrumentos o auxiliares descriptivos a utilizar, el manual de procedimientos y recomendó la centralización de los documentos.

Resultado de esta reorganización y respetando los intentos de ordenación anteriores se agruparon los documentos en tres secciones.

Fondos Antiguos. Incluye documentos desde 1519 hasta 1920, año en que se erigió el Arzobispado de San José y la provincia eclesiástica de Costa Rica. Comprende correspondencia, cartas pastorales, circulares, inventarios, fundaciones de capellanías, dispensas matrimoniales, decretos, causas criminales (juicios), causas civiles y eclesiásticas, bulas, edictos y otras más. La mayoría de los documentos están empastados y cada volumen contiene diferentes tipos documentales. Cuando esta documentación fue encuadernada se le dio el nombre genérico de Varios. Asimismo, en esta sección existen documentos sueltos, que han sido ordenados cronológicamente. Esta sección fue microfilmada por los mormones.

Libros sacramentales. Esta sección incluye información sacramental desde 1594 (los registros de bautizo más antiguos que se conservan de Cartago) a la actualidad: bautizos, matrimonios, defunciones, confirmaciones, expedientes matrimoniales, duplicados, supletorias y dispensas matrimoniales. Esta sección fue microfilmada por los mormones.

Libros pastorales y administrativos. Esta sección contiene documentos relacionados con los libros de fábrica, cuentas, cofradías, visitas pastorales, acuerdos, fondos píos, censos, libros de cargo y data, escrituras, diarios, estadísticas, planillas, sociedades religiosas, índices e inventarios. Comprenden información de los periodos colonial y republicano.

Además de las series documentales, también cuentan con colecciones de fotografías de gran calidad y valor histórico; con mapas y planos; grabaciones y alguna bibliografía. Asimismo, se pueden consultar algunas colecciones de publicaciones periódicas de carácter eclesiástico: El Mensajero del Clero, Eco Católico y Hoja Parroquial, estas nacionales, y algunas extranjeras y civiles: La Gaceta, La Tribuna y Diario de Costa Rica.

Dos de estas secciones resultan fundamentales para los estudios genealógicos: Fondos Antiguos y Libros Sacramentales, y particularmente, la segunda pues en ella se anotan los datos esenciales de la vida de nuestros antepasados, su nacimiento o bautizo, su confirmación, su matrimonio y la defunción.

Los libros sacramentales más antiguos del país se encuentran hoy en el Archivo Bernardo Augusto Thiel, salvo aquellos que desaparecieron por la acción del tiempo, catástrofes, incendios o saqueos (como los primeros de Cartago, Esparza –saqueada por los piratas e incendiada– y Nicoya –que sufrió un devastador incendio–). Hoy estos libros son únicos y su valor incalculable pues resultan indispensables para la investigación de la historia social de nuestro país.

En 1981, monseñor Román Arrieta Villalobos abre oficialmente al público las puertas del archivo para que todo investigador interesado tuviera acceso a la información.

Asimismo, estudiantes de Archivo, Historia y Estudios Sociales de la citada universidad han realizado su trabajo comunal universitario (TCU) en el Archivo de la Curia, en áreas como clasificación, ordenamiento e indización documental.

Posteriormente, la Universidad Nacional (UNA), especialmente por medio de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión y la Escuela de Historia, puso en marcha diversos proyectos y actividades de investigación, dedicadas a localizar, conservar y catalogar todo aquel material que se relaciona con el desarrollo de las instituciones religiosas del país, entre ellos destacan el proyecto de Indización de Fondos Antiguos, producto de un convenio entre la Universidad Nacional y la Curia, coordinado y ejecutado por la Escuela de Historia de la UNA.

Asimismo, investigadores independientes han elaborado índices de matrimonios, bautizos y defunciones, que están a disposición del público.

 

 

El deterioro de la documentación

 

De acuerdo con Marvin Chinchilla, funcionario del Archivo de la Curia encargado de la sección de restauración documental, comentó que uno de los mayores inconvenientes que enfrenta la institución es el deterioro de algunos de sus valiosos documentos, debido a la humedad, la acidez y el efecto dañino de microorganismos, insectos y el polvo.

Explicó que los documentos que presentan problemas de humedad se caracterizan por ser papeles frágiles, descompuestos y pulverizados; mientras que los que presentan acidez son papeles quebradizos, amarillentos y tostados.

Los microorganismos, que se hallan en el aire, el agua, los animales y vegetales, son transmitidos por las corrientes de aire y por la polución. Algunos de ellos son los hongos, bacterias, algas y protozoarios, y se desarrollan en los ambientes que les proporcionan nutrientes, humedad y temperatura adecuada.

 

 

El archivista Marvin Chinchilla realiza algunas restauraciones manuales en documentación dañada, pero el Archivo no cuenta con las máquinas necesarias para restaurar de manera sistemática la documentación dañada. (Foto: Cortesía ABAT).

 

Los insectos pueden alcanzar los depósitos por medio de hendiduras o al ser introducidos en documentos, publicaciones u objetos ya infectados. Estos se dividen en tisanuros (trazas), ortópteros (cucarachas), isópteros (polilla) y coleópteros (brocas y pequeños escarabajos).

Aunque hace algunos años Chinchilla recibió un curso de restauración y encuadernación en el Archivo Nacional, muchos de los conocimientos no pueden aplicarse pues no se cuenta con un centro con las herramientas e implementos adecuados para este fin.

Por ejemplo, el Archivo Nacional restauró el libro de bautizos de Cartago más antiguo (1594-1668) y el de bautizos de San José Nº1 (1738-1760).

Como política para evitar al máximo el deterioro de las distintas series documentales, muchos documentos están hoy fuera de circulación y su consulta es solo posible por medio de la serie que fue microfilmada por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, más conocida como la Iglesia mormona.

 

Los investigadores llegan al Archivo de la Curia en busca de sus raíces familiares. Aquí en la sala de máquinas lectoras de microfilmes, dos investigadores hacen de las suyas. (Foto: Mauricio Meléndez).

 

 

La microfilmación de los mormones

 

Uno de los proyectos de mayor importancia nacional (en realidad a nivel global) por cuanto implicó el resguardo y protección de la documentación original fue la microfilmación de las series sacramentales que custodia el Archivo. La Iglesia mormona microfilmó entre 1980 y 1981 los registros parroquiales comprendidos entre 1594 y 1937 de casi todo el país (excepto algunas iglesias cuyos párrocos, amparados a la legislación eclesiástica, se opusieron: San Isidro de El General, Santa María de Dota y San Carlos, entre otros).

De estos microfilmes la Iglesia mormona entregó una copia al Archivo de la Curia, que cuenta ahora con cinco lectoras de microfilme (aunque invariblemente hay alguna fuera de servicio por desperfectos).

Posteriormente, se microfilmó la sección de Fondos Antiguos, trabajo que estuvo a cargo de Abel Peñate, de la Iglesia mormona, entre 1993 y 1997.

Sobre este valiosísimo trabajo y el acceso on line que permite, véase Recursos en línea.